En el momento en que Europa se debate en una crisis en la que se juega su supervivencia, otra región del mundo, la de Asia-Pacífico, se reúne en Hawai para corroborar que está dispuesta a tomar el relevo. Reducciones arancelarias de productos de futuro, ambiciosos acuerdos comerciales multilaterales y una diversa gama de inversiones de parte del sector privado se espera que salgan de la cumbre de la organización Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), que hoy comienza.
“En los próximos diez años”, dijo la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, poco antes de llegar a Honolulu, “necesitamos ser inteligentes y sistemáticos sobre dónde invertimos tiempo y energías para sostener mejor nuestro liderazgo. Uno de los principales objetivos de Estados Unidos en esa década será el de una inversión sustancialmente mayor, tanto estratégica como diplomática, económica y de otros tipos, en la región Asia-Pacífico”.
Entre otras tareas, Barack Obama quiere dejar cerrado un acuerdo comercial multinacional con Australia, Nueva Zelanda, Vietnam, Malasia, Singapur, Brunei, Chile y Perú. De sumarse Japón, cuyo Gobierno ha expresado su voluntad de hacerlo de forma inmediata, la Alianza Transpacífica sería el mayor ámbito de libre comercio del mundo y, sin duda, el mayor logro del presidente norteamericano en esa materia. “En la APEC vamos a llevar el comercio a la siguiente fase”, ha asegurado el consejero Nacional de Seguridad adjunto, Ben Rhodes. Con esa Alianza, EE UU confía en doblar en 2015 sus exportaciones con respecto a 2009.
Aunque China ve con ciertas reticencias el acuerdo multinacional, que está pensado, indudablemente, como contrapeso económico y político al poder que esa nación va ganando en Asia, en última instancia lo acepta de buen grado porque entiende las ventajas que aporta para su propio comercio y no descarta la posibilidad de sumarse en el futuro. “Seguimos de cerca los acontecimientos”, ha comentado el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino.
El presidente de EEUU, Barack Obama, quiere cerrar un acuerdo con los países del área. Si se suma Japón, sería el mayor ámbito de libre comercio del mundo
No existe en este momento una reunión más funcional y orientada al negocio que esta cumbre de la APEC. Entre los 21 países que la integran se junta el 60% de todos los ingresos mundiales y más del 40% de toda la población de la Tierra, cerca de 3.000 millones de personas que se convierten velozmente en consumidores gracias a economías, por lo general, de alto crecimiento y que no llegan en promedio al 7% de desempleo.
Se trata de la zona más atractiva para la inversión porque combina el dinamismo tradicional de los tigres asiáticos, con la potencia financiera de China y Rusia y la vitalidad renovada de pumas americanos como Chile, Perú y México. Por esa razón, muchas otras naciones de la cuenca del Pacífico están llamando a las puertas de esta organización, entre ellos todos los de América Latina, e incluso otros que no dan al Pacífico, como India, que ya participa como observador en esta cumbre y que será admitida en cuanto China, su rival tradicional, levante su veto. También Panamá confía en sumarse próximamente.
El giro de América Latina hacia Asia es ostensible desde hace años y se va intensificando con el paso del tiempo. China es ya el primer socio comercial de Brasil y compite con Estados Unidos, el líder tradicional de la región, en otros países. Pero la inversión china está muy limitada a las materias primas y a las compras de carácter estratégico y político, como las que realiza en Venezuela. América Latina necesita otros mercados asiáticos más abiertos que el chino y acuerdos comerciales que le permitan llevar sus productos, no solo sus materias primas, a los consumidores asiáticos. La APEC puede cumplir esa función.
Para ello es necesario primero que esta organización persista en su función liberalizadora. Desde que la APEC nació, en 1989, los aranceles en la zona se han reducido aproximadamente a la mitad. Pero aún quedan muchas trabas comerciales y medidas proteccionistas, particularmente en China. EE UU quiere aprovechar esta cumbre para hacer progresos en uno de los aspectos más interesantes de ese apartado, el de las energías alternativas. Esta cumbre decidirá la reducción -no se sabe cuánto porque China prefiere hacerlo de forma moderada- de las tarifas que afectan a productos ecológicos, como bombillas de bajo consumo, materiales para limpieza del aire y cosas similares. Es un asunto importante porque el crecimiento de Asia se está haciendo hasta ahora a un alto coste medioambiental y se pretende corregir aquí esa tendencia y, de paso, crear nuevos mercados para nuevos productos.
Mercados y productos son las palabras más frecuentes en esta reunión. Alternando con la cumbre de presidentes se celebra una reunión de empresarios, expertos económicos y dirigentes de organismos internacionales que tratan de coordinar los mecanismos para facilitar la inversión. Hay más de un centenar de los más altos ejecutivos de las principales empresas del mundo, entre ellos los de Boeing, Google, Caterpillar, Johnson & Johnson y otros muchos. No trabajan por su cuenta. De acuerdo al formato de la cumbre, los jefes de Estado que quieran hacerlo acuden a la reunión de empresarios y presentan las oportunidades que su país ofrece. (El País)