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viernes, 3 de julio de 2020

Cuarentena un mal crónico de los viejitos


Persona de la tercera edad, adulto mayor, viejito, anciano etc. son los diversos nombres que se dan al ser humano a partir de los 65 años. 

Desde esa edad se considera que la persona empieza a descender en sus facultades mentales y físicas, y su salud se vuelve precaria. 

Por ello, debe dejar de trabajar e ir jubilado a casa, con una pensión muy inferior a lo que ganaba. 

En casa, de proveedor de recursos pasa a ser el mantenido, y la familia debe asumir todos los gastos, y además tenerlo presente todo el día, recortando sus libertades. 

Pasa el tiempo, y los hastiados familiares deciden llevarlo a una “institución especializada”, “casa de reposo”, “asilo de ancianos”, “residencia de mayores” etc. etc. improvisadas entidades carentes de infraestructura y personal ad hoc. 


El “nuevo hogar” significará para el anciano: encierro, abandono, depresión, hacinamiento, maltrato, mala alimentación, falta de provisión de medicamentos y accesorios de limpieza. El descuido en la atención y la sustracción de las provisiones que llevan los familiares son bastante comunes. 

Un día, aparece el Coronavirus, el personal que sale a casa o a un segundo trabajo todos los días es el portador, y por la inexistencia de protocolos de sanidad, infectan a los ancianos. Al poco tiempo, empiezan a fallecer. 

¿Por qué murieron? Obviamente por el Coronavirus, pero en este caso, por un virus que llegó a un lugar con todas las facilidades necesarias para un desarrollo masivo. Ingresó fácilmente, encontró organismos completamente debilitados y no tuvo ninguna oposición para llevarlos a la muerte. 

¿Qué hubiera pasado si los ancianos se hubieran quedado en casa? Alta probabilidad de seguir en vida, como ocurre en muchas familias. 

En el Perú, el problema de los asilos para ancianos es mayor porque prolifera la informalidad. Cualquier persona puede iniciarse en esta actividad sin tener los recursos, infraestructura, y sobre todo el conocimiento necesario.  

Las estadísticas en el país prácticamente no existen o son rudimentarias, por ello recurrimos a los datos procedentes de España para apreciar la magnitud del problema. 

El número de víctimas mortales que el coronavirus ha dejado en las 5 mil 457 residencias de ancianos españolas se sitúan en 19 mil 584. 

Casi 20 mil personas han muerto en residencias de ancianos españolas durante la crisis del coronavirus, siendo uno de sus principales focos. 

Las 710 residencias de la Comunidad de Madrid suman 5 mil 987 fallecidos; en Castilla-La Mancha, murieron 2 mil 501; en la Comunidad Valenciana 560; en Extremadura 432; en Navarra 432; en Asturias 230; en La Rioja, 211; en Galicia 274; en Andalucía 557; en el País Vasco 630; y, en Baleares 89. 

Si esto ocurrió en España, donde los asilos son entidades formales y bien implementadas, imaginemos cual es la situación en el Perú en donde proliferan las residencias de ancianos informales que no cumplen con los requerimientos básicos necesarios y funcionan en cualquier casa o edificio. 

Otras serían las estadísticas sobre muerte de ancianos por el Coronavirus si no existieran los asilos y, en consecuencia, no habría extremas limitaciones para ellos. 

Por las estadísticas de análisis errado, la cuarentena se ha levantado, pero se mantiene para los ancianos. 

Cumplir los 65 años o más, significa ser una persona sana y resistente que no se quedó en el camino como consecuencia de una enfermedad. 

Asimismo, ser anciano significa poseer el conocimiento y experiencia como para cuidarse solo, practicando el autocontrol sin necesidad de supervisión. 

Es obvio, que los ancianos deberán tener limitaciones, las mismas que se fijan para las demás personas cuando poseen males crónicos como diabetes, asma, Alzheimer etc. (jlhurtadov@gmail.com)

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