A diferencia de lo que ocurre en Perú donde el Gobierno no se interesa en apoyar el desarrollo de la vacuna peruana Farvet ya lista para prueba en humanos y mas bien la desmerece, en Chile sí toman esto en serio y están interesados en el desarrollo de su propia vacuna.
Desde enero, un puñado de científicos del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia (IMII) y la UC dirigidos por Alexis Kalergis, trabajan en el desarrollo de una vacuna chilena contra el coronavirus.
Su prototipo, aunque no avanza a la velocidad de grandes laboratorios, como Pfizer o AstraZeneca, ya ofrece promisorios avances: el equipo científico logró producir cuatro prototipos, los cuales están en la etapa preclínica, es decir, sometidos a pruebas en modelo animal.
El avance es tan promisorio que la vacuna podría iniciar sus pruebas en humanos en una fecha tan pronta como 2021.
Compitiendo contra cerca de 160 laboratorios, universidades y hasta poderosos gobiernos, durante la semana surgió la interrogante de si el desarrollo del fármaco era necesario, pero una serie de argumentos explican la importancia de este esfuerzo. Se estima que solo el 17% de las vacunas llegan a la fase 3 y futuras vacunas podrían inducir una débil inmunidad, de corta duración o bien podrían no ser apropiada para todas las poblaciones. Por eso, un emprendimiento local podría sortear mejor estas variables.
Avanzar en el desarrollo de un prototipo propio, además, puede marcar el inicio del fin de la dependencia de la importación de vacunas, además de la creación de conocimiento científico y la instalación de masa crítica.
Otra característica de la vacuna es que está pensada en ser inoculada en recién nacidos, un enfoque muy distinto al de otras iniciativas internacionales, una razón más que validan este esfuerzo criollo.