Cuando Argentina rompe las reglas de juego y expropia la
mayor petrolera del país, dejó al desnudo un camino que se pone cada vez más
cuesta arriba para los inversores en algunas zonas de América Latina.
Nacionalizaciones a mansalva en Venezuela, rescisiones de
proyectos de infraestructura en Bolivia, pleitos por contratos en Ecuador y
protestas sociales que paralizan planes mineros en Perú dibujan un complejo
panorama regional.
Argentina ya atemorizaba al capital extranjero con sus
políticas intervencionistas, como las trabas a las importaciones y un
heterodoxo control de cambios cuando aún los mercados tienen fresco la cesación
de pagos por más de 100.000 millones de dólares del 2001-2002.
Dos décadas después de que Argentina privatizó desde
servicios públicos hasta su aerolínea, la presidenta Cristina Fernández terminó
de poner los pelos de punta de los inversores la semana pasada con el anuncio
de que expropiará la filial de la española Repsol-YPF.
"Yo creo que genera un retroceso en una región que
avanzó resueltamente las últimas décadas hacia a una integración a nivel
mundial siendo muy respetuosa de la inversión y el capital extranjero",
dijo Pablo Longueira, ministro chileno de Economía, durante una reunión ministerial
del G20 en Puerto Vallarta.
América Latina, con un crecimiento económico mucho mayor al
del mundo desarrollado y el sostenido consumo de una creciente clase media, se
convirtió en la última década en uno de los destinos favoritos para los inversionistas,
después de superar años de crisis económicas e institucionales recurrentes.
Pero al patear el tablero, Argentina mostró que los
inversores que buscan apostar en la región pero quieren dormir tranquilos
tienen solo un puñado de opciones disponibles, lo que podría llevarlos a buscar
nuevos horizontes.
"Con este tipo de medidas si bien es cierto que va a
haber una reestructuración (de las inversiones) al interior de la región (...),
también es cierto que puede beneficiar a otros países emergentes,
específicamente a los asiáticos", dijo Alfredo Coutiño, economista jefe
para América Latina de Moody's.com.
Algunos creen incluso que el capital extranjero podría temer
que la actitud de Argentina comience a contagiar a otros vecinos generando un
efecto dominó en una región dividida ideológicamente entre mandatarios de
izquierda y conservadores.
Argentina justificó la medida en que necesita recuperar su
autoabastecimiento de hidrocarburos porque las importaciones de combustible han
lastimado su superávit comercial y Repsol-YPF no escuchó su demanda por más
inversiones para incrementar la producción.
"El problema es que muchos inversores internacionales
pueden pensar que lo que ha hecho el Gobierno de Argentina pueden adoptarlo
otros gobiernos latinoamericanos en el futuro. Y esto va a ser un factor de
disuasión de la inversión internacional en América Latina", dijo el
secretario de Estado de Comercio español, Jaime García-Legaz, en Puerto
Vallarta.
Pero la realidad no es tan simple como eso. Latinoamérica
tiene dos caras.
LAS DOS LATINOAMERICAS
La región quedó dividida entre los países que tienden la
alfombra roja a la inversión extranjera directa y los que son más
proteccionistas.
Venezuela lidera el último grupo junto con sus aliados
Bolivia, Ecuador y la ahora fustigada Argentina. Del otro lado del paisaje se
alinean México, Brasil, Chile, Colombia y Perú.
Desde que asumió el poder en 1999, el presidente venezolano
Hugo Chávez ha nacionalizado vastos sectores del país, como las empresas de
cemento internacionales Lafarge o Cemex, multimillonarios proyectos petroleros
y hasta supermercados y frigoríficos.
Bolivia anunció hace menos de dos semanas la rescisión de un
contrato con la empresa brasileña OAS para construir una carretera en la selva
amazónica por supuesto incumplimiento de la compañía, en medio de protestas de
grupos de indígenas.
Ya otra empresa de Brasil que construía una carretera
troncal ya se había marchado del país sin concluir la obra.
En Ecuador, las condiciones impuestas por el presidente
Rafael Correa -un aliado de Chávez y del mandatario boliviano Evo Morales-
llevaron a la petrolera brasileña Petrobras y a la francesa Perenco a abandonar
sus operaciones en el país andino.
"Los puestos de trabajo requieren inversión, no
obtienes nuevos trabajos sin inversión asociada", dijo el ministro de
Comercio de Nueva Zelanda, Tim Groser, en Puerto Vallarta. "Y si la gente
quiere poner su dinero, quieren asegurarse que hay un marco estable para ellos
durante un número de años", agregó.
Incluso en Perú y Chile, considerados amigables con la
inversión extranjera, han surgido problemas.
Perú lucha por conciliar los intereses de las grandes
empresas extranjeras con las protestas sociales por la explotación de recursos,
que han dejado en pausa a Minas Conga, el mayor proyecto minero en la historia
peruana.
En otro dolor de cabeza para el Gobierno, unos 36 operarios
de la firma sueca Skanska y de la peruana Ramsa que trabajaban en un campo de
gas natural fueron secuestrados por la guerrilla Sendero Luminoso en una
localidad remota de Cusco, para ser liberados sanos y salvos después de cinco
días.
En Chile, en tanto, un pueblo de artesanos y pescadores
frenó la construcción de la mayor termoeléctrica de Sudamérica, un plan del
millonario brasileño Eike Batista, por temores de daños al medioambiente.
Pero cuando llegan los grandes anuncios de inversiones quedan
al desnudo las diferencias.
Volkswagen anunció esta semana que construirá una planta en
México para ensamblar camionetas deportivas de su marca de lujo Audi a partir
del 2016, con una inversión calculada en poco menos de 2.000 millones de
dólares según el Gobierno.
En un intento por dejar en claro las diferencias dentro de
la región -y retener las inversiones- algunos mandatarios de los países más
abiertos no tuvieron pelos en la lengua para criticar la medida, aunque en sus
propias naciones el sector petrolero está controlado por el Estado.
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, se apuró a
aclarar que su país continuará respetando las reglas del juego para los
inversores y no expropiará ningún activo, al igual que lo hizo el ministro de
Economía de Perú, Luis Castilla, durante un evento con inversores en Londres.
Y el mexicano Felipe Calderon, que recientemente apostó a
elevar su exposición en Argentina al doblar la participación de la petrolera
estatal Pemex en Repsol, no pudo ser más directo.
"Nadie en sus cinco sentidos invierte en un país que
expropia las inversiones, es una cuestión de comportamiento racional",
dijo el mexicano Felipe Calderón la semana pasada en referencia a la medida de
Argentina. (Reuters - Pablo Garibian y Krista Hughes - Con reporte adicional de
David Alire en Puerto Vallarta, Alexandra Valencia en Quito)