En los últimos años, Perú ha experimentado una situación político-social convulsa, caracterizada por una polarización política, corrupción generalizada, protestas sociales y un sistema judicial débil.
La polarización política ha llevado a la fragmentación del Congreso y ha dificultado la adopción de reformas importantes, incluyendo la lucha contra la corrupción y la mejora de la economía. Además, ha habido un aumento de la participación de partidos extremistas, lo que ha contribuido a la tensión política.
La corrupción sigue siendo un problema persistente en Perú, con casos de corrupción en todos los niveles del gobierno y en la empresa privada. La falta de acción efectiva contra la corrupción ha generado descontento entre la población y ha llevado a una pérdida de confianza en las instituciones.
Las protestas sociales han sido frecuentes en los últimos años, con manifestantes exigiendo mejoras en la educación, la salud y la seguridad, así como la lucha contra la corrupción y la injusticia social. Estas protestas han sido a veces violentas y han generado tensiones con las autoridades.
El sistema judicial en Perú también ha sido criticado por ser ineficaz e incluso corrupto. La falta de confianza en el sistema de justicia ha contribuido a la impunidad y ha dificultado la lucha contra la corrupción y la delincuencia. Sin embargo, en este aspecto se han producido importantes mejoras en los últimos tiempos las que continúan en la actualidad.
En resumen, la situación político-social en Perú es convulsa, con una polarización política, corrupción generalizada, protestas sociales y un sistema judicial débil. Estos problemas interrelacionados requieren soluciones a largo plazo y una cooperación transversal para lograr un futuro más estable y justo para el país.
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