lunes, 14 de julio de 2008

La Inflación Retorna a América Latina


Una amarga experiencia ha vuelto a los latinoamericanos intolerantes a la inflación. Pero ¿aquellos a cargo de las políticas de su país han eliminado este espectro?

A diferencia del mundo desarrollado, América Latina se ha visto apenas afectada hasta ahora por la crisis crediticia. Varias de sus economías todavía están creciendo velozmente, con la ayuda de la demanda por sus exportaciones de productos básicos.

Pero el auge de estos productos básicos ha empezado a tener un efecto menos deseable: la aguda alza de precios de los alimentos y los combustibles está haciendo subir la inflación en toda la región.

Esto se ha convertido en una prueba de credibilidad para la reciente estabilidad económica de América Latina, y para sus bancos centrales. Algunos de los más importantes han respondido en forma más firme que muchos de sus pares asiáticos; aun cuando las afirmaciones de que el belicista Banco Central de Brasil es "el nuevo Bundesbank" habría que tomarlas con cierto grado de escepticismo.

La tasa de inflación promedio regional subió al 7,5% en abril, del 5,2% un año antes, de acuerdo al FMI. Ésta es una subestimación, puesto que la cifra de inflación oficial de Argentina de 9,1% probablemente sea menos que la mitad de la tasa verdadera. Igualmente oculta una separación.

Más o menos a fines de la década, varios de los países más grandes adoptaron tipos de cambio flotantes y objetivos inflacionarios administrados por bancos centrales más o menos independientes.

Otros países -como Argentina y Venezuela- han dado mayor prioridad al crecimiento que a la estabilidad de precios. Pero incluso entre el primer grupo, la inflación ha ido en alza.

En respuesta, los bancos centrales de Chile, Colombia, México y Perú empezaron a subir las tasas de interés el año pasado. Aun así, han perdido sus objetivos inflacionarios, en una mayoría de casos por primera vez.

Ante los gritos de protesta, el Banco Central de Brasil interrumpió tres años de flexibilidad monetaria en octubre pasado. Desde entonces ha subido las tasas en un punto porcentual.

Aun así, la inflación se está acercando al límite superior del objetivo de más o menos dos puntos de porcentaje del 4,5%. Las dos cosas que han contribuido a contener el alza de precios en Brasil durante los últimos años -bienes baratos del resto del mundo y una moneda fortalecida para comprarlos- han seguido su curso, señala Marcelo Carvalho de Morgan Stanley, un banco de inversiones.

Después de quejarse en un principio que las tasas más altas estaban haciendo que el real fuera demasiado fuerte para que las industrias brasileñas compitieran, el Ministerio de Hacienda está ahora respaldando los esfuerzos del banco. En junio ajustó la política fiscal, elevando su objetivo para el excedente primario (es decir, antes del pago de deudas) del 3,8% del PIB al 4,3%.

Las autoridades están optimistas y piensan que la inflación caerá a fines de año. Pero el brasileño común está alarmado por el alza en el costo de una canasta básica de alimentos; aumentos de hasta el 50% en algunas partes del país, según Dieese, un organismo de estudios vinculado a los sindicatos.

La economía de Brasil, junto con la de Perú y Colombia, se ha ido expandiendo a una velocidad más rápida que su potencial fundamental. Pero la inflación subyacente (no toma en cuenta alimentos y combustible) ha tenido una mejoría tanto en Chile como en México a pesar del crecimiento lento, señala Alfredo Thorne, economista jefe para América Latina del banco JPMorgan Chase.

El banco central de México está tratando de seguir un camino delicado: subió las tasas pero dice que su meta es hacer retroceder la inflación hasta su objetivo para fines del próximo año. Puesto que el próximo año se van a realizar importantes elecciones parlamentarias, el gobierno ha intervenido con el fin de imponer un congelamiento de precios sobre algunos productos principales. No obstante, este mes subió el precio del petróleo.

El caso chileno

Una vez se consideró que Chile tenía la economía mejor administrada de América Latina. Su reputación ha sufrido el golpe mayor.

La tasa de inflación ha ido en alza por más de un año, llegando al 9,5% en junio. Pero la economía se expandió en sólo el 3% en la primera mitad de este año, el índice más bajo desde 2002.

Las autoridades tienen algunas excusas. Chile importa casi todo su petróleo.

Subvenciona los productos de combustible un poco menos que algunos de sus vecinos: es probable que el subsidio al combustible (es decir, la diferencia entre los precios mundiales e internos) ascienda a cerca de US$ 500 millones este año, indica un personero chileno. Eso contrasta con los US$ 1.200 millones en Perú y US$ 19 mil millones en México.

Sin embargo, algunos economistas estiman que el Banco Central de Chile ha empeorado las cosas al mostrarse zigzagueante entre las inquietudes por el crecimiento y la inflación. A principios de este año trató de detener la valorización del peso porque existía la preocupación que esto estaba conteniendo las exportaciones. Luego en junio elevó su tasa de referencia en medio punto porcentual, y otra vez en julio.

En vista de lo intrincado que está resultando controlar la inflación, las autoridades de los bancos centrales probablemente deberían haber elevado las tasas antes. Pero los funcionarios de Hacienda también podrían hacer más por ayudar. El gasto fiscal en América Latina es muy pro cíclico, señala Santiago Levy, economista jefe del BID.

Un estudio que llevó a cabo el banco encontró que en las siete economías principales, en promedio los gobiernos han gastado más bien que ahorrado el 80% de los ingresos extra que han derivado del auge de productos básicos desde 2002. Incluso en Chile, que ahorra gran parte de esta lluvia caída del cielo, la política fiscal es expansionista, puesto que el gasto público está creciendo al doble de la velocidad de la economía.

La prueba será si la inflación disminuirá o no para fines de este año. Si no lo hace, se necesitarán acciones más drásticas, lo que podría causar un gran impacto en el crecimiento económico.

Aquellos más sensatos entre los políticos de la región saben que, por muy costoso que sea, la lucha contra la inflación es una que no pueden darse el lujo de perder. Ya las alzas de precios amenazan con sumir nuevamente a varios millones de latinoamericanos en la pobreza.

El Presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, aunque es un hombre de izquierda, ha dado un fuerte respaldo a la amarga medicina del Banco Central. La inflación es una "enfermedad degradante", sostiene. Es un mal que debilitó por mucho tiempo a América Latina. Esa es la razón de por qué la región es relativamente intolerante a esa dolencia ahora.

Luiz Inácio Lula da Silva, aunque es un hombre de izquierda, ha dado un fuerte respaldo a la amarga medicina del Banco Central. La inflación es una "enfermedad degradante", sostiene.

Fuente: diario El Mercurio de Chile – www.elmercurio.com

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